La tecnología, una herramienta que puede ayudar a los honestos en su trabajo, también es un auxiliar para estúpidos, estafadores y malintencionados. Detección y cuidados.
«Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban
sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados
rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión
de los idiotas.» Umberto Eco.
Estas palabras del gran filósofo y escritor italiano demuestran la claridad de su visión y de su pensamiento. A ello debe sumarse ahora el concurso de la Inteligencia Artificial (IA). Se trata de una nueva herramienta tecnológica que, como toda herramienta no puede ser más inteligente ni honesta que quien la maneja. O sea que, a la invasión de idiotas propugnada por las redes sociales ahora se suma una nueva oleada invasora de deshonestos y estafadores ayudados por la IA.
Están a la orden del día los deepfakes (suplantación del rostro y/o la voz), la nueva ciberamenaza importante que puede producir personalidades sintéticas poco distinguibles de la persona real a la que suplantan. Su uso está creciendo en volumen y es cada vez más sofisticada y supone una amenaza concreta contra los intereses, la reputación y los bienes de sus víctimas. Cada vez es más fácil crear deepfakes, se necesitan menos imágenes de origen para crearlas, y cada vez se comercializan más.
Esta convincente forma de suplantación permite producir vídeos en los que se intercambian rostros completos (face swaps) o cambiarlos a partir de un vídeo existente. Con un algoritmo de sincronización de labios, se puede utilizar una grabación de audio de una persona real para que el algoritmo convierta los sonidos en formas básicas de la boca e imitar bastante convincentemente su voz, su acento o su forma de hablar. Esta tecnología puede utilizarse para poner palabras en la boca de cualquiera con el objeto de obtener beneficios económicos, dañar la reputación o simplemente por el gusto de engañar al prójimo.
Otro uso que va difundiéndose es la creación de vídeos en los que los algoritmos de inteligencia artificial insertan a personas reales (principalmente mujeres) en secuencias pornográficas con el fin de chantajearlas so pena de arruinar su reputación.
Es más que probable que vayan apareciendo otros modos de estafar a la gente utilizando la IA y que haya que tomar cada vez más y mayores medidas para protegerse de los ciberdelincuentes, para lo cual se está creando tecnología de detección de contenidos falsificados. La tecnología se alimenta a sí misma. Pero, sin tener que recurrir obligatoriamente a las soluciones tecnológicas, es posible detectar estos contenidos falsos usando sólo la inteligencia natural y la observación para el reconocimiento de los errores que se pueden detectar en las fotografías o deepfakes. Pequeñas fallas de sincronización en el movimiento de los labios, manos que se deforman al ponerse en movimiento, errores de ortografía o sintaxis. Pero la herramienta más importante para evitar ser engañado o estafado es la desconfianza. Las jóvenes guapísimas que ofrecen amor sin límites, los premios tentadores, la gente que dice regalar dinero, los que buscan empleados jerárquicos sin experiencia, los que ofrecen trabajos de dos horas a cambio de salarios generosos, los que ofrecen soluciones fáciles y todo aquel anuncio de ganancias sin tener que esforzarse, entre muchas otras estratagemas, son por definición una trampa. Cuando la recompensa es grande y el esfuerzo mínimo, es de gente sensata, desconfiar y no seguir ninguna de sus instrucciones.
No olvidar que la misma tecnología que invento el tratamiento del cáncer es la que creó las armas nucleares.
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